lunes, 13 de abril de 2020

Hermanas de Principio a Fin


Nos acabamos de mudar a Buenos Aires, mi hija Alejandra y yo, Luciana. En busca de nuevas oportunidades y tratando de empezar una vida nueva.
Mientras desempacábamos las cajas de la mudanza encontré una foto que desbloqueó recuerdos que cualquier persona desearía olvidar.
- Qué es eso ma?
-Una vieja foto familiar.
-De verdad?, Puedo verla? Nunca me contaste sobre tu familia a excepción del tío Juan.
No me gustaba hablar de ellos, y nunca le hablé de ellos a Ale para no recordarlos, pensando ingenuamente que en pocos años podría olvidar toda la tristeza generada en aquellos tiempos.
- Mirá Ale, esa es tu abuela, él tu abuelo y ahí está tu tío Juan.
- Wow!, no mentía cuando decía que en su época era más atlético y alto. Y quién es esa niña al lado tuyo?, Ustedes se parecen mucho.
- Ella es Lucía, mi hermana gemela.
- GEMELA? Nunca me contaste que tenías una hermana, siempre me dijiste que Juan era tu único hermano. Cuéntame, dónde está ella?, Puedo conocerla?
Fue en ese momento que entendí que había hecho mal en no contarle sobre sus abuelos y su tía, si bien no es una historia de la cual enorgullecerse, es sobre nuestra familia y Ale tiene que saber todo.
- Ale, qué te parece si dejamos las cajas por ahora, nos preparamos un café con unas masitas y te hablo de mi familia?
- Dale, ya me estaba dando hambre.
Mientras ella preparaba la mesa y yo las masitas pensaba en qué dirá Ale de esta historia, ¿Se enojará? ¿Llorará? ¿O simplemente no hará nada?.
- Bueno, como ya sabés yo nací en 1962, nosotros éramos una familia como cualquier otra, éramos felices. Como te conté, yo tenía una hermana gemela, pero de parecido solo teníamos nuestro rostro, a ella le gustaba la política, le encantaba mejor dicho, era muy extrovertida y tenía el don le las palabras, era capaz de hacerte cambiar de opinión en tan solo segundos y las discusiones siempre las ganaba ella. Yo en cambio era introvertida, no me gustaba la política, me encantaba leer y pasar tiempo con mi familia. Pero a pesar de nuestras diferencias nos llevábamos muy bien, éramos inseparables y confiábamos totalmente una de la otra. Mi madre era una mujer honesta, hermosa y muy alegre, le encantaban tanto las plantas que se pasaba las tardes en el patio cultivando verduras y cuidando sus cactus y las mil especies de flores que tenía allí, una gran mujer. Mi padre, era totalmente diferente, tenía un carácter de temer y le gustaba la política como a mi hermana, pero aun así no participaba de las marchas ni nada relacionado, era bastante reservado, pero siempre daba a entender que nosotros éramos lo más importante en su vida y que nos amaba, siempre nos lo decía. Juan, era tímido pero siempre tenía en claro lo que quería hacer en su vida, también era bastante terco pero igual nos apoyaba cada vez que nosotras lo necesitábamos, ya sabes cómo es tu tío.
 Todo era color de rosa hasta el 24 de marzo de 1976, los sueños se desvanecieron, las oportunidades dejaron de ser posibles y la felicidad que rondaba en el aire fue desapareciendo día tras día. No me gustaba pensar mucho en todo lo que sucedía, lo veía tan lejano a nosotros, imaginando que a nosotros nunca nos pasaría nada, ingenuo, no? Poco a poco, fueron desapareciendo vecinos y amigos, no entendía por qué, ellos nunca hacían nada malo. Tenía miedo.
Mi hermana no se quedaba de brazos cruzados con todo esto, asistía a marchas, pegaba carteles en los postes de luz y realizaba muchas otras actividades que iban en contra de ese gobierno de facto e injusto. Muchas veces le dije que parase, que esto no iba a llevar a ningún lado y que estaba en peligro, nunca me prestó atención, “tenemos que parar esto” repetía y repetía. Ya no sabía qué más hacer para que se detuviera, me asustaba pensar que se estaba metiendo en algo realmente peligroso. A medida que pasaban los días ella se alejaba cada vez más de mí, me ocultaba cosas, y yo me daba cuenta, era mi hermana y sabía más que nadie cuando mentía.
Un año después, llegó nuestro cumpleaños número quince y, a pesar de lo que pasaba a nuestro alrededor, quería festejarlo de alguna forma, aunque solo sea con mi familia. Ese día ella había salido temprano en la mañana, tenía que asistir a una marcha, “vamos a hacer que esto se detenga” me dijo antes de irse. No entendía muy bien sus palabras pero no le presté mucha atención. En la noche de ese mismo día, había preparado una pequeña torta con dos velas formando el número quince, no era la gran cosa, pero lo había llenado de tanto cariño que sabía que a Lucía le iba a gustar.
Poco después de las nueve de la noche llegó a la casa, le dije que había preparado una torta para nuestro cumpleaños pero ella solo se fue a su habitación, sin decir una sola palabra. Tenía una expresión de tristeza y angustia que me preocupaban, ella no era así. A pesar de todo lo que ocurría nunca se entristeció, siempre se veía con una sonrisa que alegraba el dia de cualquier persona.
Fui a su habitación para ver qué es lo que sucedía. Se encontraba acostada en su cama viendo hacia afuera por la ventana que tenía a un lado. Me acosté a su lado y luego de unos minutos en silencio le pregunté cómo había estado la marcha, y cuando me miró entendí todo. Su mirada era muy triste y profunda, se veía una rabia muy profunda hacia alguien que yo ni conocía pero era fácil darse cuenta que no era alguien digno de conocer.
- Se los llevaron Lu - me dijo mientras se le caían una que otra lágrima - solo quedamos unos pocos, ¿qué vamos a hacer?
No sabía qué decirle, opinar sobre algo en lo que yo no tenía experiencia era imposible, pero lo que sí podía hacer era apoyar a mi hermana. La abracé mientras, poco a poco, iba soltando más y más problemas que la atormentaban mientras pasaban los años. Hasta que dijo algo que me penetró el alma y rompió mi vida en miles de millones de pedacitos.
- Me voy Luciana, me tienen en la mira y no quiero que les pase nada a ustedes.
“Me voy”, dos simples palabras fueron las que derrumbaron toda mi vida, pero entendía que si ella no lo hacía podían llevársela como a tantos vecinos y amigos que desaparecieron. ¿Los mataban? ¿Los vendían? ¿Los prostituían? Nadie sabía qué era lo que les pasaba a sus amigos y familia. Pero yo sí sabía algo, no quería que se llevaran a mi hermana, ni que se aleje de mí.
- Me voy con vos
Me di cuenta que su mirada se iluminó pero que con fuerza me exigió que me quedara, porque si me iba con ella estaría en peligro, pero sostuve mi postura y ella terminó aceptando mi decisión.
 Cerca de la media noche nos reunimos, mi hermana y yo, en el patio, nos íbamos a ir de la ciudad. Teníamos que saltar la tapia de atrás en el patio y en la calle nos estaría esperando un amigo de ella para llevarnos. Mientras revisamos que tuviéramos todo para irnos y de repente escuchamos un ruido a cristal roto junto a unos gritos aterradores que provenían de nuestra madre.
- Llegaron Luciana - Me dijo mi hermana muy alterada - Tenemos que irnos. Ahora!
No pude pensar demasiado y empezamos a trepar del tapial. Cuando estaba por terminar de cruzar hacia la calle, en donde nos esperaban dos chicos en una chata, escuchamos dos disparos que provenían de nuestra casa. No lo podía creer, alguien de mi familia podía estar gravemente herida y yo estaba huyendo. Ya no entendía mí alrededor.
Cuando estábamos por irnos vimos que, desde lo lejos, se acercaba un camión de militares y desde atrás del auto también. Estábamos sin salida.
- ¡Salgan de la vehículo ahora! - gritaban los uniformados sin ningún tipo de contención.
Se sentía el miedo y la tensión en el ambiente, todos tenían armas y no tenían ningún tipo de cuidado al manejarlas, nos apuntaban y golpeaban como si fuéramos unas simples cucarachas. Subieron a su camión a los dos chicos que estaban con nosotras. Y cuando nos miraron, vi en sus rostros una especie de confusión.
- ¿Quién de ustedes es Lucía?
Cuando miré a mi hermana vi sus lágrimas caer, corriendo un poco de delineador que tenía, haciendo que se le forman unas finas pero claras líneas negras en su rostro. Pero a pesar del sufrimiento y el riesgo, ninguna de nosotras contestó, yo no quería que se llevaran a mi mejor amiga, a mi querida hermana, siendo, posiblemente, la única familia que me quedaba en este mundo. Pero no dejaron pasar ni un minuto y me agarraron a mi pensando que era Lucía, pero al ver esto, mi hermana, admitió que ella es a la que buscan y tras soltarme, la suben al camión y comienza a irse hasta que mis ojos ya no distinguen más nada.
Sola, a la una de la mañana, tirada en la calle, y sin poder distinguir si lo que había ocurrido había sido un sueño o la pura realidad. Cuando tomé conciencia me acordé de los disparos que habían ocurrido en mi casa a causa de que nosotras nos escapamos, y sin pensarlo fui hacia allí.
            La casa estaba sumergida en una obscuridad absoluta y el silencio era abrumador, cuando encendí la luz mi mundo se vino abajo. Mi madre había sido víctima de los disparos que esos delincuentes habían tirado, a su lado estaba mi padre, que lloraba por su esposa sosteniendo sus manos.
- Ya es tarde Luciana, tu madre ya no está
Esas palabras produjeron un vacío infinito en mi alma, solo pensaba en que si no me hubiera ido con mi hermana podría haber evitado que mi madre recibiera ese horrible destino, podría haber cambiado la situación por completo. Si tan solo hubiera logrado convencer a Lucía de que no asistiera a esas marchas y actividades sin sentido que lo único que lograban era la desaparición de más y más personas.
- Juan, Luciana, se lo llevaron, se llevaron a Juan
Eso le dio el último impacto a la noche, se habían llevado a mis dos hermanos, pero, ¿por qué a Juan? Estaba confundida, a Juan no le gustaba la política, tampoco se metía en las marchas ni en ninguna actividad. Esa noche, no pude dormir nada, me la pasé llorando y preguntándome ¿Por qué a nosotros?
            Al día siguiente, no quería levantarme, caminar por la casa recordando todo lo que había sucedido no me animaba a hacer nada, pero no quería rendirme, iba a buscarlos hasta que ya no pudiera más, quería a mi familia de vuelta.
            Seis meses después falleció mi padre por depresión.
            El 10 de diciembre de 1983 terminó esa época de dolor y sufrimiento, tras la derrota del sistema del gobierno militar por parte de la Unión Cívica Radical.
            Unos meses más tarde, mientras estaba en el patio cuidando de algunas plantas escuché que alguien estaba tocando el timbre, cuando fui a ver, quién esperaba en la puerta era Juan. Tenía moretones por todo el cuerpo, uno que otro dedo quebrado y le faltaban algunos dientes, nunca me contó a detalle lo que le pasó, siempre me dice que es algo tan terrorífico que desearía olvidar. Con respecto a mi hermana, nunca más supe de ella, no sé si está viva o muerta, pero yo tengo una corazonada de que ella está en algún lado de este mundo, con su propia familia, viviendo una vida feliz y eso es lo que me hace poder seguir adelante sin preocupaciones.
            No es una historia linda Ale, por eso nunca te la he contado.
            - No te preocupes ma, yo también creo que la tía Lucía está viviendo en algún lado de este mundo y también creo que no se ha olvidado ni de ti, ni del tío Juan y ni de mis abuelos. Seguro los debe estar extrañando muchísimo igual que vos a ella.
            - Gracias querida. Bueno, a levantar la mesa que tenemos que seguir desempacando, esas cajas no se van a vaciar solas.
Esta es una historia que yo misma cree, espero que les guste.
Si ustedes quieren que hable de un tema en concreto, déjenlo en los comentarios y lo publicaré la semana siguiente.

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